
Tirar con balas mágicas
Redacción, 16-02-2015.- Las raíces históricas de la quimioterapia se remontan a la yatroquímica de comienzos de la Edad Moderna. En esa época se desarrolló la base de atacar con sustancias químicas (obtenidas mediante alquimia) el núcleo causal de la enfermedad.
Teoría de las cadenas laterales de Ehrlich
Sin embargo, no es hasta el desarrollo de la moderna bacteriología cuando la quimioterapia entra en el terreno de lo posible. Sus Estudios quimioterapéuticos sobre tripanosomas (1907) llevaron a Ehrlich a descubrir que los colorantes (aquí “rojo tripano”) no sólo colorean los microorganismos, sino que pueden matarlos. Con ello nace la idea básica de la quimioterapia, que es, según Erlich, la de disparar contra los agentes patógenos con balas mágicas. Después del desarrollo y las pruebas de una serie de compuestos arseniados, se consigue el gran salto: el “Salvarsán”. El requisito teórico es la “teoría de las cadenas laterales” de Ehrlich (más tarde habla de receptores), que explica la reacción inmunológica de la toxina (veneno) y la antitoxina (anticuerpo). Así pues, a partir de entonces se buscan medicamentos químicos que con “grupos haptóforos” especiales se adhieran a la “cadena lateral” (grupo receptor) del agente patógeno, pero no a las células corporales, y que eliminen a ese agente según el “principio de la toxicidad selectiva”.
Inhibir el crecimiento celular
Los agentes quimioterápicos son sustancias activas sintéticas que inhiben el crecimiento o matan microorganismos patógenos (causantes de enfermedades) o células de tumores malignos. El remedio clásico contra la sífilis, el “Salvarsán”, está hoy superado; en su lugar se utilizan sulfamidas, tuberculostáticos y antibióticos. Sin embargo, la quimioterapia cumple un papel importante en el tratamiento del cáncer. Los “citostáticos” interfieren en los procesos de división celular y retrasan o interrumpen la multiplicación de las células cancerosas.
La quimioterapia es uno de los grandes logros de la medicina científica del siglo XX. Gracias a ella, la mayoría de las enfermedades infecciosas bacterianas y parasitarias se pueden combatir hoy con medicamentos eficaces. Ahora bien, contra las infecciones víricas la quimioterapia es totalmente ineficaz.
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